~ Dirección Literaria

jueves, 18 de marzo de 2010

El Vertigo de las Listas


El Nuevo Libro de Umberto Eco
Este libro nace de un acuerdo entre el autor y el Museo del Louvre de París. De hecho, durante todo el 2009, Eco va a protagonizar eventos culturales en dicho Museo. El libro presenta la obsesión del hombre a lo largo de la Historia de Occidente por las listas, por la idea de compendio de conocimiento. Des de listas de plantas medicinales a listas de tesoros encontrados, el autor demuestra que cada lista responde al espíritu de su época. Eco quiere mostrarnos que las listas y los catálogos no son fruto de la casualidad sino de una mente que al clasificar la realidad, la transforma. Esta poética del catálogo irá dialogando con la Historia del Arte y la Historia de la Literatura, convirtiéndose en una reflexión teórica y artística de gran interés.

LABERINTO DE LISTAS es un paseo que nos lleva de Homero a Joyce, de los tesoros de las catedrales góticas a los paisajes oníricos de El Bosco hasta llegar al siglo XX con Andy Warhol y Arman.
EL VERTIGO DE LAS LISTAS de Umberto Eco
Por Hugo Beccacece De la Redacción de LA NACION
¿Quién no sucumbió alguna vez al encanto de una lista? Sin embargo, con frecuencia se piensa en ellas como el emblema del aburrimiento. Es un error, fruto de un juicio apresurado. Basta pensar en los siete pecados capitales para darse cuenta de que, detrás de una enumeración, nos puede aguardar el cielo o el infierno. ¿Qué esperar entonces de una lista de listas? Una de las posibles respuestas está al alcance de todos. Hace un tiempo, el Museo del Louvre le pidió al erudito, sutil y goloso Umberto Eco que organizara durante el mes de noviembre de 2009 una muestra, acompañada por una serie de conferencias, proyecciones y conciertos sobre un tema de su elección. De inmediato, Eco pensó en las listas, un asunto que le ha interesado desde la juventud. El resultado fue la exposición El vértigo de las listas y el libro homónimo, editado por Lumen en español, que ahora se distribuye en la Argentina....
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domingo, 14 de marzo de 2010

La buena suerte Claves de la Prosperidad

Todos, a lo largo de nuestra vida hemos tocado más de una vez el tema de la Suerte, inclusive, podría decirles que hoy más que nunca, muchos andamos en busca de un poco de Buena Suerte.

En este sentido, he encontrado en el libro “La Buena suerte, Claves para la prosperidad”, de Alex Rovira Celma y Fernando Trias de Bes, una serie de lineamientos que me han ayudado a replantearme, en un momento especialmente complicado, el tema de la Buena Suerte.

“Hace mucho tiempo, en un reino lejano, Merlín convocó a todos los caballeros del reino y les dijo: «en siete noches, el Trébol Mágico de las Cuatro Hojas, el trébol que proporciona suerte ilimitada al que lo posee, nacerá en algún lugar del bosque encantado».
Con esta frase, comienza la leyenda de La Buena Suerte, un libro inspirador y extraordinariamente positivo, que mediante una historia novelada, de dos caballeros que van en busca de un Trébol Mágico, desprende en cada una de sus páginas, importantes lecciones relacionadas con; trabajo, perseverancia, visualización, entre otros.
Es así como sus autores, establecen diez pilares básicos para crear “La Buena Suerte”. Porque, la buena suerte no es que no exista, es como todas las cosas hay que crearla y trabajar mucho para lograr su consecución.
Una vez más, se señala la importancia del trabajo y el esfuerzo personal para alcanzar el éxito en nuestro campo. Pero además, se plantea la importancia que tiene el que dicho trabajo sea dirigido en el camino adecuado, creando así, circunstancias favorables para que llegue la Buena Suerte.
Resumiendo, es una buena obra de autoayuda, de lectura fácil y rápida, que cumple con la función entretener y satisfacer no solo a los amantes de éste tipo de libros, sino también a quienes prefieren otros géneros. Ya que inyecta al lector, una dosis de ayuda y orientación, para ser utilizada en aquellos momentos en los que necesitamos más que nunca, un poco de Buena Suerte.

La Buena Suerte Claves de la Prosperidad,Alex Rovira-Fernando Trías de Bes, Ediciones Urano, 120Pág,2004.

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jueves, 4 de marzo de 2010

"A mis personajes no les importa nada cuántos libros haya vendido"


Entrevista con Dan Brown, el autor de "El Código Da Vinci" que retorna a las listas de "mega-best-sellers" con "El símbolo perdido".


EXETER (NEW HAMPSHIRE). La industria de los libros tiene un secreto de vanidades y ventas: cuanto más éxito comercial tiene un autor, más amable y fácil resulta su trato. Y con ochenta millones de copias vendidas de "El Código Da Vinci", Dan Brown se puede permitir ser el más simpático de todos. Tras seis años de trabajo, y superada la distracción de un juicio en Gran Bretaña por acusaciones de plagio, el popular escritor vuelve a las librerías con un "thriller" de quinientas páginas sobre masones que amenaza con transformar a la capital de Estados Unidos en una especie de campo minado para el ocultismo. Pero a pesar de la fascinación, las polémicas inevitables y todo el dinero en juego, Dan Brown no deja de sonreír desde su privada existencia en un bucólico pueblecito de New Hampshire.

- ¿Cómo describiría “El símbolo perdido” a una persona que nunca ha leído uno de sus libros?

- Es una mirada a la América secreta, a la sociedad de los masones, y una exploración de una nueva y muy real ciencia llamada noética. Es una mezcla de lo muy antiguo y de lo más nuevo. Y de hecho la ciencia moderna no hace más que servir de eco a buena parte de la filosofía antigua.

- Paris, Roma... esta vez es Washington. ¿Qué le interesa sobre la capital de Estados Unidos?

- Washington es una ciudad de secretos. Tiene túneles subterráneos, criptas, templos, pirámides, obeliscos… Es una ciudad clásica. Y aunque no es tan antigua como otras grandes ciudades de Europa de la talla de Madrid, es una ciudad llena de secretos y gran arquitectura.

- ¿Es más difícil escribir sobre la masonería o sobre el cristianismo?

- Al escribir sobre el cristianismo, uno tiene que lidiar con una teología de dos mil años de antigüedad. Y si uno escribe sobre los masones, es un fenómeno mucho más moderno y mucho más consistente. El cristianismo es diferente por todo el mundo. Es como una diana que no deja de moverse, mientras que la masonería es algo mucho más homogéneo.

- Pero esta vez usted parece moverse en la frontera del mundo físico con el mundo de la conciencia.

- Este libro, en muchos aspectos, es una exploración filosófica y psicológica. Creo que se trata de la religión del futuro.

- ¿Se considera una persona religiosa?

- Me considero una persona espiritual. Crecí en la fe episcopaliana y en un momento me aparté de la religión organizada para adentrarme en el mundo de la ciencia. Pero cuanto más he avanzado, más se ha completado el círculo de la ciencia como respaldo de la religión y la espiritualidad.

- ¿Por qué ha presentado al Opus Dei en su obra de una forma tan siniestra?

- No creo que mi representación del Opus Dei fuese necesariamente siniestra. En toda organización hay buena gente y gente no tan buena. Ya sea una universidad, o los masones o el Opus Dei o lo que sea. Me parece que el personaje Silas en “El Código Da Vinci” sirvió para argumentar que el Opus fue la única institución que le acogió. Cuando el resto del mundo fue cruel y le ridiculizó, el único lugar donde encontró amor fue en el Opus Dei. Uno de los temas recurrentes en todos mis libros es que el exceso de poder es a menudo mal utilizado. Ya sea la Agencia Nacional de Seguridad, la NASA, el Vaticano, el Opus Dei, o los masones, demasiado poder puede propiciar abusos.

- ¿Es un adicto de las teorías conspirativas?

- Soy una persona escéptica y es verdad que en “El símbolo perdido” hay un montón de teorías conspirativas porque resulta divertido. Pero continuamente el protagonista Robert Langdon las desmonta como algo ridículo aunque a veces sean populares. Por ejemplo, Langdon podría decir que aunque hay gente capaz de divisar símbolos masónicos en un mapa de Washington, si alguien mira con detenimiento un mapa de Madrid, también los podría vislumbrar allí.

- Hablando de Madrid, usted tiene una significativa conexión personal con España.

- Sí, en bachillerato pasé uno de los mejores veranos de mi vida en Gijón. Después estudié un año en la Universidad de Sevilla, viviendo en la plaza de Cuba. No me importa decirlo muy claro: España es mi país europeo favorito. He estado cinco veces en total. Me encanta su gente. Y lo que he aprendido en España es a relajarme y pasarlo bien. Yo soy de una parte de Estados Unidos conocida como Nueva Inglaterra y aquí siempre estamos concentrados, siempre trabajando, nos vamos a la cama temprano y madrugamos. Me encanta el contraste con España. Y lo que aprendí allí lo he intentado incorporar a mi vida personal.

- ¿Qué impacto ha tenido el mega-éxito de “El Código Da Vinci” en su nueva novela?

- Es curioso. En cierta forma, el proceso funciona igual. Todavía me levanto de madrugada y todavía me enfrento a una página vacía. Siempre bromeo que a mis personajes no les importa nada cuántos libros haya sido capaz de vender. Son tan difíciles de controlar como siempre. Aunque es verdad que “El Código Da Vinci” ha sido una ayuda. Ya que me ha dado acceso a información secreta en Washington a la que probablemente no tendría acceso si ese libro no hubiera sido tan famoso.

- ¿Cómo es la mecánica de su escritura?

- En "El símbolo perdido" he trabajado durante seis años, siete días a la semana, incluso en Navidad. Todos los días. Me siento en mi escritorio a las cuatro de la mañana. Trabajo en una cabaña separada de mi casa para evitar distracciones. No hay ni teléfono, ni correo electrónico, ni Internet. Nada. Sólo mi ordenador. Y si por ejemplo, estoy escribiendo y necesito algún dato, cambio el color de texto para insertar después la información requerida. No me paro. Si necesito información más complicada, escribo una nota a mi esposa, Blythe. Y ella me la encuentra.

- ¿Cuál es la lectura que más le ha influenciado?

- Me acuerdo que de muy niño leí "Una arruga en el tiempo" de Madelein L'Engle. Y fue la primera vez en que me sentí realmente transportado a otro mundo por un escritor. Durante mis estudios universitarios, me dediqué a leer a los clásicos: Shakespeare, Faulkner, Borges, Cervantes... todos los grandes. Pero nada de ficción divertida para adultos. Hasta que durante unas vacaciones me leí "La conspiración del juicio final" de Sidney Sheldon. Y descubrí con asombro ese tipo de novela que me inspiró para escribir mis libros.

- ¿Le cuesta mantener su vida dentro de parámetros de normalidad?

- Lucho para mantener mi privacidad. Siento que hablar con la Prensa es algo difícil de compaginar con el proceso de escribir. Uno que tiene que concentrarse y permanecer en su pequeño mundo imaginario. Y si cada tarde uno se dedica a hablar con los medios de comunicación, a contestar las cosas locas que la gente dice, es una enorme distracción. Por eso he tomado una decisión: mi primera responsabilidad es para mis lectores y mis libros.

- ¿Tiene algún libro que desea escribir pero que le parezca imposible?

- No, pienso que cualquier libro que uno quiera escribir es absolutamente posible. Es sólo una cuestión de cuánta energía y de cuánto tiempo se dispone. Ahora mismo, estamos trabajando en la película de "El símbolo perdido" y también en la versión cinematográfica de "La conspiración I". Eso me va a mantener ocupado más o menos durante los próximos seis meses. Y entonces empezará con mi nueva novela.

- ¿Y cuál es su próximo proyecto?

- Es "top secret".

Un millón y medio de ejemplares en español

El lanzamiento en español de "El símbolo perdido" tiene previsto una primera tirada de un millón y medio de ejemplares, tanto en España como en Iberoamérica. Cifra que no deja de asombrar a Dan Brown, a pesar de haber vendido un millón de copias en inglés durante su primer día de ventas en Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña.

- Usted es presentado a veces como el salvador en solitario de la industria del libro ¿Cómo explica su éxito?

- Para empezar, eso es una exageración. La industria editorial consiste en cientos y cientos de autores. Yo solamente soy un tipo contando una historia. Sí, he tenido éxito por el que estoy muy agradecido. Creo que mi éxito se deriva del hecho de que a los lectores les encanta aprender. Mis libros están llenos de tanta información que la gente se divierte leyéndolos. Y cuando los terminan, se dan cuenta de todo lo que han aprendido y eso entusiasma a los lectores.

- ¿Algún consejo para la industria de los periódicos?

- Ja, ja, ja, ja… Eso es más difícil porque ustedes tienen que contar la verdad. Yo sólo escribo ficción.

- Al principio fue reacio a la hora de llevar sus libros al cine. ¿Cuál es su actual relación con Hollywood?

- Es una buena relación. Mis libros son muy difíciles de adaptar al ser muy complicados y con un montón de contenido. Si dejásemos toda la información intacta, no serían una película, serían una serie de televisión de veinte capítulos. Tengo un tremendo respeto por el director Ron Howard y todo su equipo.

- Pero no le gusta escribir pensando en la gran pantalla...

- Efectivamente. Yo ya escribo en un estilo cinematográfico. Mi vida transcurre un 99,9 % en el mundo de mis libros y solamente una fracción muy pequeña en un decorado de película. Para mí, Robert Langdon es realmente un personaje de libro.

- Cuando estos días se visita cualquier gran librería se encuentran mesas enteras dedicadas a su novela pero también a múltiples títulos publicados a colación.

- Es maravilloso aunque no todos esos libros sean halagadores. Algunos de hecho son muy críticos. Pero no importa. El objetivo de mis libros es crear un diálogo.
Fuente: ABC.es
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Rafael Sánchez Ferlosio: "La cultura es un medio de control social"


Rafael Sánchez Ferlosio obtiene el Premio Nacional de las Letras Españolas por su obra ensayística y narrativa.

JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS

"Alterno poco y cuando alterno, parloteo". Rafael Sánchez Ferlosio estaba ayer especialmente locuaz. Agobiado por las cámaras que le esperaban en la puerta del ascensor de la sede madrileña de Destino, su editorial de toda la vida, el escritor sacó una linterna del bolsillo. Para defenderse de los flases -anda mal de la vista- o para buscar, como Diógenes, un hombre honrado. No entendía la prisa de los periodistas. "¿Por qué no nos vemos mañana [por hoy]? Esto no es lo del barco [por el Alakrana]", había dicho a sus editores. Acababa de ganar el Premio Nacional de las Letras, que distingue el conjunto de la obra de un autor español.

"No volveré a escribir novelas. Tengo ya la cabeza en otra cosa"

"Se ha adueñado de la política el viejo personalismo español"
Lo curioso es que el premio pequeño llegó en esta ocasión detrás del grande, o del mayor que puede recibir un autor en lengua española, el Cervantes. Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) lo obtuvo en 2004. Es la segunda vez que un autor galardonado con el Cervantes (abierto también a Hispanoamérica) recibe el Nacional de las Letras (limitado a España). El primero fue el dramaturgo Antonio Buero Vallejo que los recibió en 1986 y 1996 respectivamente. Autores como Francisco Ayala, José Hierro, Miguel Delibes, José Jiménez Lozano y Francisco Umbral también recibieron los dos, pero obtuvieron el Cervantes en segundo lugar.

Con los 40.000 euros del galardón Ferlosio piensa "hacer obras" en su casa de Coria (Cáceres). Era de su bisabuelo y después lo fue de su padre, Rafael Sánchez Mazas. Ahora la usa él. Entre Coria y Madrid, precisamente, está firmado su último libro, "Guapo" y sus isótopos, un ensayo cuyo punto clave, insiste su autor, "está en la página 98". Allí se determina cómo, frente a sinónimos como mono, lindo o bonito, la palabra guapo -cuyo origen viene de rufián- sólo se refiere a las personas. "Puñeterías de lingüista", sostiene.

El encuentro del autor de El Jarama -"una novela que aborrezco; era una gratuidad"- se convierte en una clase, improvisada, atropellada y brillante, sobre semántica. Dice Ferlosio que compuso su último ensayo a partir de notas de los años setenta. También dice que ha vuelto a entusiasmarse con la lingüística. Eso sí, duda que vuelva a sumergirse en ella con la "obsesión", química e intelectual, de entonces: "Ya no hay anfetaminas, que te pueden hacer decir disparates pero provocan una reflexión formalista que es útil para la gramática. Una vez, con Agustín García Calvo, vi un descendimiento de Cristo en las manchas de la pared".

El entusiasmo por la lingüística "no se dará con la narración", dice rotundo. ¿No querría más lectores? "Lo que uno quiere son libros, no lectores. Aunque claro que me gustaría que estas cosas interesaran a la gente". No es que se sienta más ensayista que narrador: "Son los asuntos los que tiran de mí. Y ahora tengo la cabeza en otra cosa: la guerra, los desastres políticos y militares...".

En ese momento, la charla con el autor de La hija de la guerra y la madre de la patria y God & Gun, se centra en la política. De la nacional le subleva "la incompetencia del Gobierno y de la oposición". También el hecho de que la discusión no sea sobre ideas sino sobre personas (Camps, Aguirre), ni siquiera sobre partidos: "El viejo personalismo español se ha adueñado de la política". Tampoco entiende el empeño por Afganistán de Carme Chacón, ministra de Defensa: "Si hasta Obama duda". El que duda de Obama es el propio Ferlosio: "No está haciendo nada. Tendría que haber roto con Israel por los asentamientos en Cisjordania, pero ha cedido".

Sobre su viejo proyecto de ensayo contra el deporte dice que tiene "muchos papelitos" con "cientos de argumentos", pero que le cuesta encontrar el orden. Y las fuerzas: "Estoy viejo, Me voy a morir pronto". Después de lanzar una andanada contra las pretensiones olímpicas de Madrid, el escritor toma impulso cuando se le pregunta por su opinión sobre el panorama cultural español: "No debería ser desagradecido, pero hay demasiadas funciones, museos, ceremonias, inauguraciones". Al recordar los fastos del quinto centenario del descubrimiento de América, al que él dedicó el demoledor ensayo Esas Yndias equivocadas y malditas, Ferlosio recordó la pretensión de celebrar 50.000 actos culturales: "Pavoroso. En todas partes la cultura ha sido siempre un instrumento de control social".
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"En España nos faltó la guillotina"


Arturo Pérez Reverte
"En España nos faltó la guillotina"

Antes de que trescientos mil ejemplares de El asedio (Alfaguara) tomen el próximo miércoles las librerías de España, Arturo Pérez-Reverte se fue a navegar solo, “nada, fui a Ibiza y volví”, para pertrecharse de la soledad y los silencios que le van a faltar en la vorágine de promoción en la que ya está metido. Ha trabajado duro dos años, dice este marino lector “que ocasionalmente escribe novelas”. Dos años de ensamblaje, después de tanto ir y venir, y leer, y pisar Cádiz. Cuenta Pérez-Reverte que El asedio es una novela moderna con personajes y sucesos de dos siglos atrás. Con esa vehemencia imposible que se gasta, cuenta, como verán, muchas más cosas. El Cultural publica hoy en exclusiva un capítulo de la novela.


Ha escrito Pérez-Reverte una novela con todos los palos de su baraja y los triunfos que viene acumulando de sus partidas anteriores. El asedio es una novela de misterio, de mar, de amor, de política, de ciencia y de historia de España, por decirlo a la velocidad con la que Arturo habla. Es el relato de un gran fracaso. La historia de un mundo que se acaba y otro que no llega a nacer. Poblada de personajes con vidas derrotadas, entre los que destaca esa Lolita Palma que bien pudiera ser una Jane Austen enamorada del Cayetano Rivera de la época. Comerciantes avispados, artilleros franceses, jovencitas asesinadas, corsarios, policías corruptos y mucha pólvora completan la escena. Ya se sabe que en las novelas de Pérez-Reverte pasan muchas cosas. Estamos en la Cádiz de 1811.

- ¡Qué Cádiz! ¿Era, efectivamente, la ciudad más liberal de Europa?
- Lo era, lo era. Pero esta novela podía haberla situado en Troya, en el Leningrado cercado por los nazis, en el Madrid de 1936 o en el Sarajevo del 92. El problema que se plantea es un conflicto moderno. Pero Cádiz me daba unas características especiales: es una ciudad sometida a los vientos, con una topografía muy definida que no ha cambiado apenas en dos siglos: pones un mapa de hoy sobre un mapa del siglo XVIII y coincide casi exactamente. Todo eso me permitía moverme por ella con mucha seguridad. Es decir, Cádiz tiene esos elementos climatológicos, urbanos, arquitectónicos y geométricos que se adecuaban a mi historia.

"Lo que España tenía que haber sido y no fue"
-Además preparaba una constitución... Históricamente vivía una etapa importante...
- Sí, pero yo no quería contar eso. Eso ya lo contó Galdós y lo contó muy bien, y lo contó Ramón Solís, en Un siglo llama a la puerta, también muy bien. Yo no quería reescribir una novela histórica sobre Cádiz. Habría sido estéril, absurdo... Yo quería escribir mi novela, y que pasara en Cádiz. Una Cádiz que fue el ejemplo de la España que pudo ser y no fue. Donde la aristocracia no era de nobles, ni siquiera de dinero, sino de comerciantes, una aristocracia moderna, comparable a la Inglaterra o la Holanda de entonces, y con una clase dirigente abierta, liberal, que viajaba, que hablaba idiomas, donde la religión no era un elemento determinante, donde la política estaba supeditaba a la economía, y no al revés.

- Y era ese mar, lleno de comerciantes y corsarios, de intrigas, contrabandistas y asesinos el que lo hacía posible, ¿no?
- Sí, claro, ese continuo contacto con la civilización, con la cultura, con el comercio, con la guerra, con lo que venía de fuera, tanto libros como periódicos. Su relación ultramarina con las colonias de América hacía de Cádiz una ciudad especial, que no tenía nada que ver con el resto de España. España era entonces un lugar cerrado, oscuro, donde estaban los curas, los reyes, los ministros, y la aristocracia corrupta y acabada, mientras que Cádiz era moderna, abierta, y era el mar, sí, el que la hacía posible. ¡Me entristecía tanto pensar, mientras manejaba toda esa documentación de la época, lo que Cádiz era, lo que España tenía que haber sido y que no fue por nuestra estupidez de siempre...!

España es un país históricamente enfermo
- Cádiz como metáfora de la gran ocasión perdida. ¿Por qué se truncó la historia?
- Porque España es un país históricamente enfermo. Se ve muy bien en cuanto escarbas un poco en la historia: desde Indíbil y Mandonio, los Austrias, la Ilustración... Hasta ahora mismo... Mira cómo nos estamos cargando la democracia. En cuando se empieza a perfilar una España distinta, esa España que empieza a ser posible, la destruyen los mismos españoles: la arrogancia de unos y el fanatismo de los otros. En Cádiz, los constitucionalistas liberales no supieron ver lo que era posible y no era posible. Quisieron hacer una constitución radical de la noche a la mañana, y eso era imposible. La misma constitución tenía el gen de su destrucción. Y cuando lees las actas de los debates, ves cómo se odiaban unos a otros, cómo se puteaban, cómo usaban la Prensa como arma arrojadiza... cómo ese esquema dialéctico, terrible y destructivo, se va reproduciendo en el siglo XIX, XX y XXI. El oportunismo político ya se da en la Constitución de Cádiz. Es desolador ver cómo el español repite los errores, cómo se carga lo que se le ponga delante.

- ¿Hasta qué punto El asedio es una especie de balance, de fin de ciclo como escritor, después de estos veinte últimos años?
- Sí, lo es. Quería escribir una novela en la que de alguna manera estuvieran todas mis novelas anteriores y cupieran en ella todos mis lectores; no una novela total, que me parece una palabra pedante, pero sí lo bastante amplia como para que cualquier lector de mis distintas novelas tuviera un eco de las otras; una novela, si quieres, de madurez, con todos mis trucos, mi experiencia....

- Y su memoria, su memoria histórica particular...
- Sí, al fondo está España, como siempre. Más diluida que en Un día de cólera, Trafalgar o Alatriste, indudablemente. Pero no es una novela didáctica. Yo no quería contarle al lector lo que era España entonces, sino mover a mis personajes por esa España, de manera que al lector, mientras los acompaña, se le esté quedando pegada casi sin darse cuenta cómo era aquella España y ese mundo fascinante.

La memoria analfabeta es muy peligrosa
Pérez-Reverte se embala. No es que le duela España, es que le indigna su incultura, su falta de espíritu crítico. Se revuelve porque, dice, un país inculto no tiene mecanismos de defensa, y “España es un país gozosamente inculto”. Tiene el escritor en la punta de los dedos las batallas, los hombres, las tragedias que han hecho la historia para apuntalar sus argumentos.

- Mi memoria histórica tiene tres mil años, ¿sabes?, y el problema es que la memoria histórica analfabeta es muy peligrosa. Porque contemplar el conflicto del año 36 al 39 y la represión posterior como un elemento aislado, como un periodo concreto y estanco respecto al resto de nuestra historia, es un error, porque el cainismo del español sólo se entiende en un contexto muy amplio. Del año 36 al 39 y la represión posterior sólo se explican con el Cid, con los Reyes Católicos, con la conquista de América, con Cádiz... Separar eso, atribuir los males de un periodo a cuatro fascistas y dos generales es desvincular la explicación y hacerla imposible. Que un político analfabeto, sea del partido que sea, que no ha leído un libro en su vida, me hable de memoria histórica porque le contó su abuelo algo, no me vale para nada. Yo quiero a alguien culto que me diga que el 36 se explica en Asturias, y se explica en la I República, y se explica en el liberalismo y en el conservadurismo del XIX... Porque el español es históricamente un hijo de puta, ¿comprendes?

- Hombre, Arturo...
- Sí, el español es históricamente un hijo de puta, pero para comprenderlo, para aceptarlo, para quererlo, con lo bueno y lo malo -ahí está también su generosidad, su capacidad de olvidar y de perdonar, de empezar de nuevo- hace falta conocer sus tres mil años de desarrollo y no un pequeño periodo en el cual por sí solo no explica nada.... Me parece muy bien la Ley de Memoria Histórica, pero necesita tener una letra pequeña, un apéndice que la contextualice... Yo soy de Cartagena, y en Cartagena, que era zona roja, hubo de todo, hubo represión brutal de los milicianos y represión brutal de los falangistas. Y a mí, cuando era pequeño, me contaron las dos represiones, las dos; por eso, hablar de unos buenos y otros malos a estas alturas... Cualquiera que haya leído historia de España sabe que aquí todos hemos sido igual de hijos de puta, TODOS.

“¡No me cuentes historias!”
- No sé si sólo es cuestión de incultura...
- Si este país no fuese un país analfabeto, cuando a la gente le dicen: estos son los buenos y estos los malos, diría, ¡no me cuentes historias, que yo sé muy bien de qué estamos hablando, que yo he leído, que sé que no, que sé que los carlistas, y sé que los isabelinos, y sé que Fernando VII y sé que la Constitución, y sé que los nacionales, y los rojos, y sé que los socialistas, y sé que los comunistas... Que yo sé! El problema es que España es un país inculto, España es un país gozosamente inculto, es un país deliberadamente inculto, que disfruta siendo inculto, que hace ya mucho tiempo que alardea de ser inculto, y con gente así, esa Ley de Memoria Histórica es ponerle una pistola en la mano. No estamos preparados para leyes como ésas.

“¿Sabes realmente cuál es mi lamento histórico? Es que aquí nos faltó una guillotina al final del siglo XVIII. El problema de España, a diferencia de Francia, es que no hubo una guillotina en la Puerta del Sol que le picara el billete a los curas, a los reyes, a los obispos y a los aristócratas... y al que no quisiera ser libre le obligara a ser libre a la fuerza. Nos faltó eso, pasar por la cuchilla a media España para hacer libre a la otra media. Eso lo hemos hecho luego, hemos fusilado tarde y mal, y no ha servido de nada. El momento histórico era ése, el final del XVIII. Las cabezas de Carlos IV y de Fernando VII en un cesto, y de paso las de algunos obispos y unos cuantos más, habrían cambiado mucho, y para bien, la Historia de España. Nadie lo hizo, perdimos la ocasión, y aquí seguimos todavía, arrastrando ese lastre que nos dejaron aquellos que sobrevivieron y que no tenían que haber sobrevivido”.

Se acerca un lector devoto, ignorante de la gravedad de la situación, preguntando por su próxima novela. Otro, más tarde, le pide que le firme Cuando éramos honrados mercenarios, que lleva en su mochila. Al escritor le ruborizan los elogios y quiere que termine la escena vaporosa lo antes posible. Aparece el gran tímido que lleva dentro, tan alejado del bravucón que se mete en mil batallas. “Estas muestras de afecto me hacen sentirme mal, sentirme responsable, yo sólo soy un tipo que escribe, que mete mensajes en una botella sin esperar retorno”.

Ajuste de cuentas con el mundo
Siempre he creído que Pérez-Reverte habla como sus rudos personajes, pero que es él quien se parece a ellos, y no al revés. “La literatura -dice- es como el alcohol: nadie pone lo que no tiene. O lo robas, o lo tienes. Y a mis personajes los he hecho yo. No he bebido en fuentes documentales solamente. Es mi propia mirada sobre el mundo la que vierto en los libros. En ellos está mi sentido de la amistad, de la vida, de la muerte, de la lealtad. Creo que soy un escritor coherente”.

-Esa fama tan cimentada que lo acompaña, fama de independiente y libre, también de cierta chulería...
- ¿Y qué tiene de malo eso?
- ...fama de hombre herido...
- Herido no... ¿por qué? Bueno, acaba la pregunta...

- ...de estar en un continuo ajuste de cuentas con el mundo.
- Es que a mí el mundo que he visto no me gusta. Sí, es verdad, estoy herido por el mundo. Mi vida ha sido una sucesión de haitís... Y de Haití es tan culpable el azar como la estupidez de los hombres... y en mi vida, en mis artículos y en mis libros intento ajustar cuentas con el uno y con el otro. Porque a mí me han hecho los libros que he leído y las cosas que he visto. Y los libros me han servido para digerir e interpretar las cosas que he visto. Sin los libros no habría podido sobrevivir personalmente a muchas de esas tragedias que he visto, a Sarajevo del 92, al Beirut del 76, a Eritrea del 77. Esa colección de fotos, de fantasmas, de haitís que tengo en la memoria, sin esos libros como analgésico, como clave, me habría sublevado, estaría disparando contra la gente. Los libros me han dado cordura. Me han hecho digerir lo indigerible. Sin todos esos libros, estaría perturbado seriamente, sería una persona muy desagradable.

Todo Titanic tiene su iceberg
-Las cosas parece que han cambiado poco desde su Territorio Comanche de hace 20 años.
-El hombre moderno se niega a aceptar las reglas: el mundo es un lugar peligroso, hostil, todo Titanic tiene su iceberg, y nos negamos a verlo. La gente se deja timar por las agencias de viaje que hablan de lugares paradisíacos, pero el mundo es un sitio muy jodido. Es que los barcos se hunden, y los virus te infectan, y las balas te matan... es asombroso que la gente se niegue a aceptar que el mundo es un lugar así, pero los viejos lo sabían y nosotros lo hemos olvidado. Mira el cuadro de Brueghel el Viejo del Prado: esos viejos lo sabían, y con nuestra estupidez lo olvidamos todo y pagamos el precio de ese olvido. Y oímos: “¡Que me saquen de aquí!... ¡Que el gobierno intervenga!...” Pero, gilipollas, ¿por qué te has metido?

“El mundo es un sitio muy duro, sí”, remata el escritor, y continúa: “Pero, escúchame una cosa: cualquier médico de urgencias de un hospital, cualquier penalista que se pasea por la cárcel, cualquier chica que trabaje con marginados conocen la dureza del mundo. No hace falta ir a la guerra... Esto que tenemos aquí, en Occidente, es la excepción, el mundo real es aquello. Y ya no estamos preparados para defendernos frente al mundo."

Un trabajo, no un don divino
-Hace tiempo le oí decir que nunca pertenecería al mundo hipócrita, falso, lleno de envidias que es el mundo literario. “Prefiero -recuerdo que decía- estar fuera de todo esto y estoy muy feliz de no deber nada a nadie, en el terreno literario”.
- Ya ves que he sido coherente, que han pasado los años y he seguido mi camino. No debo nada, no, pero por eso no me creo mejor que nadie. Simplemente, no pertenezco a ese mundo; no voy a veladas literarias, ni a Hay festivales, ni a la Feria del libro (aunque a lo mejor este año voy). Me mantengo fuera. ¿Por qué? Porque no lo necesito. No veo que haya relación entre dar un ciclo de conferencias sobre la literatura del próximo milenio y escribir novelas. Y yo escribo novelas. Y trabajo todos los días y lo mejor que puedo. Esto es un trabajo, no un don divino. No soy un artista. Tengo una obligación moral conmigo mismo y con la gente que me lee. Tengo que concentrarme en eso y no ir por ahí teorizando sobre literatura, que me importa un carajo.

- Si, pero ahora es usted académico.
-Ya, pero eso no lo pedí. ¿Quién iba a rechazar ese honor? Estoy encantado, además. Estar entre gente sabia es un privilegio. Dice Javier Marías que la Academia es lo más parecido a un club inglés que ha visto en su vida. Pero no, no es un club, es algo abierto al mundo, a América; es un lugar de trabajo interesantísimo. Formar parte de ese grupo es un honor inmenso.

- ¿Lee los libros de otros colegas, o sólo libros de Historia?
-(Silencio largo, largo) Es evidente que algunos leo. Leo los libros de mis amigos. Leo poco, pero poco por dos razones: primero, porque tengo 58 años y me queda un tiempo limitado. Y prefiero leer historia, o clásicos griegos y latinos, que es lo que me gusta. Ya no leo prácticamente novela, pero releer a Montaigne, a Virgilio, a Suetonio, a Plutarco... eso sí me alimenta, me es útil. Yo voy cambiando, así que siempre me resulta una lectura diferente.

En el making-of de la entrevista se han quedado algunas curiosidades del escritor. Ahí van éstas: “Desde hace 25 años veo dos películas diarias en mi casa”... “De esta novela no sale una película, es demasiado compleja”... “Antes de tener éxito con mis libros, yo era igual de chulo”... “Sé que hay gente que mataría por mí y otra que no me soporta”... “No creas, yo también tengo mis ternuras”...

Y alguna perla más.
Blanca BERASATEGUI

El Cultural
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lunes, 1 de marzo de 2010

Amor, pobreza y guerra


Christopher Hitchens
Los mejores artículos periodísticos del polémico Chistopher Hitchens.
Un antiguo proverbio dice que la vida de un hombre no es completa si no ha pasado por el amor, por la pobreza y por la guerra. En este libro de artículos periodísticos, Hitchens nos lleva de su amor por la literatura a sus viajes y encuentros en la América profunda, y de allí a los horrores de las guerras en Oriente Medio y la caída de las torres gemelas. Con la impertinencia y claridad que lo caracterizan, Hitchens comparte algunas de sus reflexiones e indagaciones sobre el confuso mundo contemporáneo.

Hitchens es el intelectual público más polémico de la actualidad.
Cuenta con una creciente base de lectores en España, tanto de sus libros como de su periodismo.
Este libro es una fascinante mezcla de temas.
«Sus aliados, de quienes me considero uno,
se regocijan en la certeza de sus objetivos.
Que sus blancos se encojan de miedo.»
Susan Sontag

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La Vida Fácil


Richard Price
Más allá de los géneros. Mucho más que una novela policiaca. La vida fácil es la historia de un crimen cometido en Nueva York y de sus consecuencias, centradas en los responsables del crimen, las víctimas y sus familias, los agentes de policía
que siguen con tenacidad los rastros que dejan las pruebas y que apuntan a las más remotas posibilidades, y el contexto bullicioso y caótico de un ambiente urbano exóticamente mixto para siempre amenazado por la venalidad, la violencia y la desesperación. La novela abre con un intenso mosaico de escenas paralelas que desembocan en la mañana del incidente.
La gran novela de Richard Price supera los límites de la historia criminal y muestra el mundo desesperado del Nueva York del siglo XXI, con una mezcla perfecta de jactancia y compasión.

Una novela que nada más salir se colocó en los primeros puestos
de la lista de best sellers de The New York Times.
La gran novela del siglo XXI sobre Nueva York, la ciudad del encuentro entre culturas y la desesperación.
Más de cincuenta páginas de interrogatorio trepidante. Price es considerado el maestro del diálogo.

«Por fin la novela que estábamos esperando sobre el
Nueva York del siglo XXI… Indispensable.» Gary Shteyngart
«Escrito con la precisión maniaca de aquel que quiere contar toda la verdad.»
The New York Times Book Review
«La obra maestra de uno de los maestros del noir urbano.»
Publishers Weekly
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